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viernes, 22 de junio de 2012

Una de las grandes fuentes de nuestro fracaso colectivo es lo invisible que resulta lo común


Hay una separación entre la ciudadanía y la política, cada vez más patente. ¿Por qué crees que ocurre?
Hay un montón de razones que lo explican. De entrada, la ciudadanía es cada vez más competente. Ya no estamos en la época en que quienes mandaban sabían más y los súbditos éramos unos ignorantes, se ha incrementado la competencia de la gente en relación con los asuntos políticos, lo cual indica que esa desafección no habla a favor de un debilitamiento de la democracia, sino de su asentamiento. Que los ciudadanos critiquemos la tarea de los políticos no significa necesariamente que con eso se esté debilitando al democracia, sino todo lo contrario. Pero hay un aspecto que no es tan positivo y es que muchas veces los ciudadanos juzgamos a la política y no examinamos que en el fondo ese juicio negativo puede ser muy cómodo. Hace el juego, involuntariamente, a unas fuerzas muy poderosas que hay en la sociedad contemporánea para achicar el espacio de la política, que son fundamentalmente el mundo del dinero y los medios de comunicación. Creo que el fortalecimiento de las instituciones democráticas pasa por asentar un espacio específico propio de la política frente a otras lógicas que pretenden invadirlas.
Desde Globernance habláis de innovación en política. Lo primero que viene a la mente es el uso de las TIC para la participación ciudadana, ¿va más allá de eso?
"La ciudadanía se ha convertido en observadora crítica de lo que sucede"
Sí, va mucho más allá. Quien, cuando oye hablar de innovación política, piensa en herramientas tecnológicas es porque está apresado en una idea excesivamente vinculada a la tecnología. Nuestros instrumentos de gobierno están ligados a una forma política que ha sufrido grandes transformaciones, que es la política del estado nacional. Es un cambio por arriba y por abajo, por una ciudadanía que demanda más participación, pero también por arriba, por unas formas de cooperación entre estados que alejan los centros de decisión del ciudadano. La tecnología que hay que poner al servicio de esta transformación se debe entender como una innovación social.
¿Cómo han de cambiar los políticos en este nuevo contexto?
La política ha estado demasiado acostumbrada a mandar. Probablemente tiene que prestar una mayor atención a la realidad sobre la que gobierna, y por consiguiente desarrollar una especial disposición a aprender. Yo creo que el imperativo de innovar, que se dirige a todos como una forma de establecer mecanismos de aprendizaje, tiene que alcanzar también a la política.
Tu último libro hace una crítica a la Sociedad del Conocimiento, una sociedad que no siempre nos hace más inteligentes...
La Sociedad de la Información supone un incremento notable del saber disponible, pero el tiempo que cada uno de nosotros tiene para digerir ese saber sigue siendo limitado. Los seres humanos nos hemos metido en empresas que exigen una gran cantidad de saber y a la vez tienen resultados inciertos. Determinadas tecnologías como la energía nuclear, ciertos productos financieros, intervenciones sobre la naturaleza, manipulación genética... Son tareas que el ser humano puede desarrollar pero el alcance de las consecuencias es muy difícil de anticipar. Así que la gestión del conocimiento hoy en día tiene que ser complementada con una gestión de la ignorancia.
"En la Sociedad del Conocimiento debemos aprender a gestionar la ignorancia"
¿Y qué hacemos con esa ignorancia inevitable?
Debemos ser capaces de tomar decisiones en condiciones de una irreductible ignorancia. Ante los problemas complejos que tenemos hoy en día, una intervención como la que acaba de sufrir España, la gobernanza del cambio climático o la política energética, quien asegure que no va a tomar las decisiones hasta que no tenga toda la información necesaria, no tomará ninguna decisión.
En la presentación del libro explicabas que igual que está la inteligencia colectiva, existe también la estupidez colectiva, ¿cómo combatirla?
Lo fundamental es fijarse en la interconexión. Los individuos podemos hacer cosas que aisladamente consideradas son perfectamente racionales, pero cuya agregación da lugar a un encadenamiento catastrófico. Uno puede no pagar los impuestos, otro puede arrojar un poco de basura,... Lo fundamental es fijarse en el encadenamiento, la reverberación que nuestras acciones producen en los demás. Yo creo que una de las grandes fuentes de nuestro fracaso colectivo es lo invisible que resulta lo común, el hecho que vayamos a lo nuestro, a lo individual y lo concreto y no seamos capaces de percibir qué impacto tiene esa conducta individual en el todo, una hipoteca excesiva, un impuesto que se deja de pagar, una contaminación al medio ambiente,... Muchas veces comprobaremos que nos perjudicamos a nosotros mismos persiguiendo denodada y estúpidamente nuestro propio interés. Por eso el mejor combate contra la estupidez colectiva es aprender una racionalidad más cooperativa.



Catedrático de filosofía política y social, Daniel Innerarity es también el director del Instituto de Gobernanza Democrática Globernance, dedicado a investigar los desafíos de la política en un mundo cada vez más complejo. El filósofo vasco ha publicado recientemente su último libro, La democracia del conocimiento.
http://www.euskadinnova.net/es/innovacion-social/entrevistas/grandes-fuentes-nuestro-fracaso-colectivo-invisible-resulta-comun/542.aspx

http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-daniel-innerarity/1261122/

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