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sábado, 25 de marzo de 2017

Diseñado un fármaco capaz de revertir el envejecimiento celular y curar los daños de la radiación

                             Los potenciadores de la NAD+ son capaces de revertir el envejecimiento celular en ratones en solo una semana y serán evaluados en ensayos clínicos con humanos ya en este 2017
Según envejecemos, nuestras células van perdiendo progresivamente su capacidad de reparar los daños que se producen en su ADN. Un aspecto que resulta crucial dado que una vez este ADN supera un umbral de lesiones, la célula es incapaz de llevar a cabo su función correctamente, por lo que acaba activando su programa de muerte celular o, lo que es aún más peligroso, se divide incontroladamente causando un cáncer. Pero, ¿no hay ninguna forma de lograr que las células puedan volver reparar su ADN? Una pregunta que ha sido el centro de un enorme número de estudios científicos dado que su respuesta podría tener la clave para el desarrollo de las ansiadas terapias antienvejecimiento. Y ahora, investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sídney (Australia) parecen haber dado un paso gigante para resolverla.
Concretamente, el nuevo estudio, publicado en la revista «Science», muestra cómo un metabolito denominado ‘nicotinamida adenina dinucleótido’ (NAD+) que se encuentra en todas las células del organismo juega un papel clave en la regulación de las interacciones proteínicas que controlan la reparación del ADN, así como que la administración de un precursor –o ‘potenciador’– de este NAD+ denominado ‘nicotinamida dinucleótido’ (NMN) es capaz de mejorar, y mucho, la capacidad de las células para reparar los daños que tienen lugar en el ADN por la exposición a la radiación o por el envejecimiento. O así sucede, cuando menos, en modelos animales –ratones.
Como explica David Sinclair, director de esta investigación publicada en la revista «Science», «las células de los ratones más longevos fueron indistinguibles de las de los animales jóvenes tras una única semana de tratamiento».
Pero este beneficio observado en modelos animales, ¿puede también esperarse en humanos? Pues sí. De hecho, el avance es tan significativo que los ensayos clínicos para evaluar la terapia con NMN en seres humanos se pondrán ya en marcha en un máximo de seis meses. Y como destaca David Sinclair, «esto es lo más cerca que hemos estado de un fármaco antienvejecimiento efectivo y seguro que, quizás, se encuentre comercializado en un plazo de tres a cinco años si el ensayo clínico va como tiene que ir».

Múltiples usos

Cada día, y como consecuencia tanto de los procesos metabólicos y los procesos ambientales –como sería la exposición a la radiación ultravioleta cuando nos exponemos al sol– el ADN de las células sufre miles de lesiones. Y si bien las propias células tienen una habilidad innata para repararlas, en muchos casos no son capaces hacerlo.
Por ello, el equipo de investigadores dirigido por David Sinclair lleva años intentando hallar un fármaco para potenciar –o en el caso del envejecimiento, revertir– la capacidad de las células para reparar los daños en su ADN. Y para ello, han analizado las interacciones de un gran número de proteínas y moléculas y su papel en el envejecimiento.
David Sinclair
Fruto de este trabajo, los autores ya observaron en 2003 la relación entre la enzima antienvejecimiento ‘sirtuina 1’ (SIRT1) y el resveratrol, un compuesto que se encuentra de forma natural, aun en pequeñas cantidades, en el vino tinto. Sin embargo, la ‘potencia’ envejecimiento del resveratrol se queda pequeña cuando se compara con la del NMN.
Como explica David Sinclair, «mientras que resveratrol activa solo la SIRT1, los potenciadores de NAD+ activan todas las sirtuinas, desde la SIRT1 a la SIRT7, por lo que debe tener un mayor impacto sobre la salud y la longevidad».
Tal es así que los autores sugieren que la terapia con NAD+ podría ser muy útil en el tratamiento de distintas enfermedades asociadas al envejecimiento, de la infertilidad femenina y de los efectos secundarios de la quimioterapia.
Como recuerda Lindsay Wu, co-autora de la investigación, «el 96% de los niños que sobreviven a un cáncer sufren una enfermedad crónica al cumplir los 45, caso de una patología cardiovascular, diabetes, alzhéimer y otros tipos de cáncer no relacionados con el tumor original. Y esto sucede porque padecen un envejecimiento acelerado que resulta devastador. Así, sería maravilloso hacer algo al respecto, y creemos que podemos hacerlo con esta molécula».

Misiones a Marte

De una manera similar, si no más acusada, a lo que sucede con el envejecimiento, la radiación es asimismo una fuente de daños en el ADN. Y si bien estas lesiones pueden ser normalmente reparadas cuando la radiación es pequeña –como sucede con los rayos UV del sol–, no ocurre así cuando es enorme. Es el caso, por ejemplo, de lo que pasa cuando se abandona la órbita de la Tierra –o lo que es lo mismo, su campo electromagnético protector frente a la radiación– y se entra en el espacio profundo. Tal es así que los progresos de este grupo de investigadores no han pasado desapercibidos para la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA).
Y la NASA, ¿por qué está tan interesada en este asunto? Pues porque incluso en las misiones espaciales más cortas, los astronautas experimentan un envejecimiento acelerado por su exposición a la radiación cósmica, lo que da lugar a, entre otros síntomas, un debilitamiento muscular y una pérdida de memoria. Un efecto que es aún más devastador en las futuras misiones a Marte, en la que los viajeros deberán permanecer cuatro años en el espacio y, según la propia NASA y como consecuencia de esta radiación cósmica, sufrirían la muerte de hasta un 5% de todas sus células y tendrían una probabilidad cercana al 100% de acabar desarrollando cáncer.
Pero aún hay más: la radiación cósmica no es una amenaza que deban afrontar únicamente los astronautas. También es un problema para aquellas personas que vuelan frecuentemente. Por ejemplo, volar desde Londres (Reino Unido) a Melbourne (Australia) supone exponerse a una radiación equivalente a la de una radiografía de tórax. Y en este contexto, como concluyen los autores, «en teoría, el mismo tratamiento mitigaría cualquier efecto del daño sobre el ADN en los pasajeros aéreos frecuentes».                         

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